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sábado, 31 de enero de 2009

sábado, 24 de enero de 2009

El último amor


Amor mío, amor mío.

Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que no nos quería. Acaba de salir.
Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz se
queja en la garganta.
Amor mío... Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la puerta,
si es que no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve.
No puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en todo
aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate, descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad y lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco,
deshaciéndote, desliéndote en la noche que poco a poco
te anega. ...Porque era el último amor. ¿No lo sabes?
Era el último. Duérmete. Calla.
Era el último amor...
Y es de noche....

Vicente Aleixandre

jueves, 22 de enero de 2009

La casita...

La casa muy sencilla, humilde por fuera no le faltaba un detalle dentro. Desde microondas en la cocina, hasta un ordenador en el pequeño estudio, así como secador de pelo en el baño, ¡ah!, y uno de esos espejos de aumento que sirven bien para ver que próxima arruguita se está formando...

Allí quedó en encontrarse con él. Lejos del mundanal ruido. Llevaban algún tiempo de desencuentros y le daba pereza empezar de nuevo. Se había olvidado de sus regímenes alimentarios por una temporada y dejado de hacer gimnasia, que más le daba ya, ¿solo por ella lo iba a hacer? Eso sería quererse demasiado y ella no se quiere tanto.

Cuando la llamó para quedar se le ocurrieron miles de excusas que luchaban por salir de su boca mientras él formulaba la invitación para el próximo sábado, no pudo, se atropellaron entre ellas y ni una lo consiguió.

El sábado por la mañana temprano cuando llegó, él ya estaba allí esperándola salió nada más se acercó a la casa y muy atento le abrió la puerta del coche. La besó en la mejilla que fue lo que le brindó cuando le acercó sus labios, él efusivo la abrazó durante un intervalo de tiempo que se le hizo eterno.

Dentro la estaba esperando un delicioso desayuno que él sabía preparar como nadie, no tenía apetito y solo tomó café con leche. Vio decepción en sus ojos.

Tenía el periódico abierto por la página de las esquelas y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Pasó la hoja para ver que seguía y eran los sucesos locales. Cerró el periódico sin mirarle, y se fijó en la portada y en todos los titulares que la adornaban así como en la fotografía eran más de los mismo.

No tenía ni idea de cómo continuaría el día, no había sido buena idea ir allí a estar solos sin tener nada que decirse; habría sido mejor quedar en la ciudad y visitar la catedral, museos, bares, centros comerciales, cualquier cosa antes que enfrentarse a su mirada verdosa que tras aquellas gafas de corte moderno la miraba de arriba abajo como si nunca antes la hubiera visto.

Le sonrió fría. Aunque quiso ser cálida, la sonrisa murió en sus labios, tuvo que volver a intentarlo y esta vez sí lo consiguió, él le respondió con otra nada alegre, era una sonrisa triste de esas que llegan al alma. Fingió no darse cuenta y le preguntó por su actual vida. Empezó a contarle los problemas del trabajo, cómo en la fábrica se contrata a jóvenes ingenieros por el sueldo de aprendices que los nuevos jefes no se interesaban tanto por la empresa antes cómo lo hacen ahora que hay crisis y se empieza a notar la falta de pedidos.

Empezaba a aburrirse cuando cambió de tema y pasó a la política; no estaba dispuesta a hablar un sábado de política, eso se queda para mítines de los grandes partidos que no saben hacer otra cosa los domingos por la mañana. Ni hablar, con ella que no contara que se fuera a uno de estos mítines allí tendría con quien hablar largo y tendido...

Él, viendo su cara cambió de tercio, y empezó a contarle los sinsabores de la Real, los apuros del Madrid y la “suerte” del Barça; ahí se levantó y sin esperar a que acabara le preguntó si iban a dar una vuelta por los alrededores.
Le pareció buena idea, ella se cambió el calzado por unas botas de monte que había traído en el maletero del coche y una falda a cuadros escoceses abrigada y cómoda.
Empezaron a andar por un sendero que iniciaba detrás de la casa y sin mediar palabra le cogió la mano, le dejó que lo hiciera, le daba igual, llevaba mucho tiempo luchando contra sí misma y era hora de firmar sino la paz definitiva al menos una tregua.

Caminaron callados, como si no quisieran interrumpir el canto de las aves que se oían sosegando sus espíritus cuanto más se integraban en aquel apacible ambiente. No quería hablar de libros ni de pintura, ni de música, de nada, la apatía la iba atrapando cada vez más hasta que empezó a sentir asfixia mental, sintiendo que la cabeza
le iba a estallar de un momento a otro. Se paró a descansar un poco, él le tendió una botella de agua que había cogido, después de beber un poco se sintió mejor.
-¿Dónde quieres que comamos?
-Me da igual, dónde quieras.- le dijo.

Cuando volvieron de comer, él se echó en el sofá grande y ella en el pequeño y pusieron una película, pero ella se quedó dormida porque se había levantado muy temprano y también porque no había podido dormir en casi toda la noche. Cuando despertó se encontraba en la cama, le había quitado la falda y la blusa y la habitación estaba en penumbra.

Se levantó y fue al salón, le preguntó por qué no la había dejado en el sofá, omitiendo todo lo que de verdad le intrigaba y molestaba, él le contestó que en el sofá se suele coger buenos dolores de cuello y por eso la llevó. Dentro del enfado que tenía le vino una imagen que la hizo sonreír; de las tres casas en las que habían vivido en dos de ellas atravesó el umbral en brazos de él, como en esas películas americanas tan típicas. Siempre se preguntó si sus amigas lo hicieron así, y pensó que se lo iba a preguntar a todas. En la tercera casa le dijo que no, que ella atravesaba el umbral por su propio pie y, ¡vaya cara de decepción que puso!, gesto que contagió a los niños que la miraron “un poco raro”, diré.

El creyó que le sonreía sin más y le devolvió la sonrisa encantado, por lo que ya no pudo seguir regañándole, porque se iba a dar cuenta que la anterior sonrisa no formaba parte de este capítulo escrito con menos entusiasmo. ¿Cómo romper el buen ambiente que habían creado, él con su delicadeza y ella con su “agradecimiento” más sincero? ¿Cómo echar por tierra ese “momentazo”?, de… “dos notas que del laúd a un tiempo la mano arranca, y en el espacio se encuentran y armoniosas se abrazan”, como diría Bécquer
.
No llegaba hasta ese punto su amargura, de la que habría que hablar largo y tendido, de la amargura en general, quiero decir, no solo de la de ella.

Él, que nunca tira la toalla, esa tarde se la llevó al dormitorio de la casita en brazos, parecía un niño feliz con su capricho recién estrenado y ella que es de lo más maternal que se pueda encontrar...le encanta ver a los niños felices. Pensó que una golondrina no hace primavera...

Eso pensaba.


Carol



martes, 13 de enero de 2009

Rezar

Tengo miedo a perder mis sueños
a que alguien o algo me los arrebate
dejándome vacía por dentro
sin armas para ganar combates.
Perdí la belleza de mi tierra
que llenaba de alegría mis ojos
perdí a seres que quería
sin consuelo todavía les lloro.
Quisiera que Dios me ayudara
a sentir felicidad con lo que tengo
sabiendo apreciar estos tesoros
que lloraría si un día los pierdo.
Me dio más que a otros
que tal vez más lo merecieron.

Por eso Señor no quiero sea en pasado
-cuando sea ya tarde-
que te exprese todo mi agradecimiento.

Carol

jueves, 8 de enero de 2009

Ya lo pensaré mañana...


Hoy estoy segura. Segura, convencida de su bondad, de que es una persona integra y que admira a las que lo son. Y aún más, que desprecia a las que no lo son, no es un desprecio de hacer ascos, es una especie de indiferencia e incluso de molestia al encontrar personas así en su caminar por la vida.
Sus amigos, los de verdad, le conocen bien, saben la grandeza de su alma y no dudan ni un instante de que la posee, ponen la mano en el fuego y no se queman. Los que dudan de su generosidad y rectitud no son amigos-as suyos aunque se crean que lo son.
Es verdad que en situaciones límites se ve la verdadera cara de las personas. Las cobardes, hipócritas, las solidarias, las que se ponen al lado de los débiles…todas.
Algunas personas, en determinados momentos, callan, no por eso otorgan…porque algunos silencios son caballerosos, elegantes en las damas o simplemente demostración del saber estar, algo que solo entienden almas educadas y sensibles a las que pocas palabras bastan y saben leer entre líneas.
Tal vez mañana le pida perdón por dudar de su persona (puede ser que no le importe, le dé igual). Tal vez no sea capaz de hacerlo nunca. No pueda ya acercarme porque me siento indigna, y temo su rechazo, por eso le digo que la pena de estar lejos, espiritualmente, es mi compañera de camino.
Me lo merezco.

Carol

miércoles, 7 de enero de 2009

Normalidad


Hoy quité el árbol, guardé con sumo cuidado las bolitas, luces, campanitas…
Vuelvo a la normalidad, al clásico régimen de después de comilonas..., y a preguntarme cuantas Navidades me quedan porque los años los cuento así.
Espero que muchas porque aunque me dan mucho trabajo, todo es para la familia y aunque me absorben y me tengo que olvidar de mis cosas…es muy gratificante y merece la pena.

Este blog tan olvidado sigue aquí y espero no estar tanto tiempo sin poner una sola línea y no dejar de visitar a mis compañeros a los que deseo un :

¡FELIZ AÑO 2009!

Carol