Fue un torrente de lágrimas
las que rodaron por mis mejillas
ante la impotencia infinita
a retenerte en esta orilla.
Sintiéndote muy querida y sin advertir
que pronto te irías alejando de mi lado
entre tú y yo- madre e hija-
nacieron nuevos e irrompibles lazos.
Hoy, tu recuerdo el corazón me oprime
y la pena que parece superada me embarga,
sé que aunque pase el tiempo
en cada nuevo aniversario todo se revive.
No sé si te veré algún día…
Si estarás en la otra orilla cuando yo me vaya,
sólo sé que mereció la pena nacer para conocerte,
para sentir el amor tan grande que me diste.
Carol