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jueves, 29 de abril de 2010

Te esperaré


Cierras tus brazos entorno a mí
me besas en los labios
borras la pena
que a mi alma anega.
Te vas tan lejos…
La distancia entre tú y yo será eterna
si se rompe el sutil lazo,
aunque tú no lo quisieras,
que nos une.
Mas en mi corazón
seguirías anclado día tras día.
La esperanza, mi íntima amiga,
sería con la Luna y el mar consuelo a mi dolor.


Carol

viernes, 23 de abril de 2010

Feliz Día del Libro


Una rosa para cada uno de mis amig@s




Este libro me han regalado.
Título: El tiempo entre costuras
Autor: María Dueñas
Páginas: 608
Editorial: Temas de Hoy
ARGUMENTO:
La joven modista Sira Quiroga abandona el Madrid convulso de los meses previos al alzamiento arrastrada por el amor desbocado hacia un hombre a quien apenas conoce. Con él se instala en Táger, una ciudad exótica y vibrante donde todo puede suceder. Incluso la traición.
Sola, desubicada y cargada de deudas ajenas, Sira se traslada accidentalmente a Tetuán, capital del Protectorado Español en Marruecos. Espoleada por la necesidad de salir a flote, con argucias inconfesables y gracias a la ayuda de nuevas amistades de reputación un tanto dudosa, forjará una nueva identidad y logrará poner en marcha un selecto taller de costura en el que atenderá a clientas de orígenes lejanos y presentes insospechados.
A partir de entonces, con la contienda española recién terminada y los ecos de la guerra europea resonando en la distancia, el destino de Sira queda ligado al de un puñado de carismáticos personajes –Rosalinda Fox, Juan Luis Beigbeder, Alan Hillgarth– que la empujarán hacia un inesperado compromiso en el que las artes de su oficio ocultarán algo mucho más arriesgado.

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Es la 16ª edición. He estado leyendo comentarios sobre el libro y todos son buenos.
Creo que me va a gustar.
Un beso.
Carol








miércoles, 21 de abril de 2010

Pensando, lejos del mundanal ruido



Creo que no me equivoco cuando digo que generalmente nos acercamos a las personas buscando lo bueno que hay en sus corazones, nos atrae más la bondad, las buenas maneras y el estilo de aquellas de las que desearíamos tener su amistad.
Muchas veces nos sorprende encontrar personas con tan buenos sentimientos en un mundo que parece cada vez más materialista encaminado al egoísmo, al narcisismo. No debería extrañarnos, en el ser humano es mayor la cantidad de buenos sentimientos que los que implican maldad, y aunque todos tenemos algún que otro defecto prevalece las virtudes y el deseo de ser mejores cada día, aprender de los errores y sobre todo no dañar a nuestros semejantes siquiera sea con palabras que a veces decimos sin pensar demasiado que pueden herir la sensibilidad de otros.
Aunque seamos capaces de distinguir entre conocidos y amigos con todos debemos ser legales, aunque llevemos una máscara tenemos que ser de tal forma que el día que te la quites no se note la diferencia en el trato, no te hayas aprovechado de llevarla para engañar, medrar o criticar a otros sin que tengan posibles defensas y es que en realidad todos llevamos una máscara como llevamos ropa, pero que sea más por proteger nuestra intimidad que porque sea un instrumento para hacer el mal.
La vida está llena de sorpresas y muchas veces aquel o aquella que parecía no ser tan ideal es al final tu mejor amigo, o sencillamente la persona justa que todos desearíamos encontrar para que lo fuera. El amigo que no te abandona cuando más lo necesitas, el que es fiel a través de los años de las vicisitudes de la vida y aunque te diga la verdad a la cara sabes que procura tu bien y que en su corazón sigue existiendo cariño cuando todo no va bien, el te pregunta cuando alguien le dice que tú hablaste mal de él, porque el orgullo se queda para los conocidos cuya amistad nunca cuajó. No permite que los malos entendidos rompan sentimientos verdaderos forjados día a día que por muchos años que pasen sin verse siempre cuando vuelves a encontrar a ese amigo le hablas como si le hubieses visto ayer.
Ese amigo que cuando los demás te juzgan o insultan no guarda silencio porque sería condenarte, cuando sabe que sus palabras a tu favor son merecidas, tan ciertas.

Carol




domingo, 11 de abril de 2010

Cielo abierto


Exitía en mi mundo un cielo
lleno de nubes negras
amenazando siempre mal tiempo.
En este ambiente triste de tormentas
cuajaron mis desalientos
aunque al final me hice inmune a las penas
batallé contra lo incierto
buscando siempre la esperanza
alimentando las ilusiones
que fueron apareciendo
entre los rayos y truenos.
Imploré al arco iris me prestara sus colores
para poner en mi alma un sinfín de sensaciones
olvidando la tristeza, los amargos sinsabores,
abriendo cielos que llenaran de alegría
mis ojos desde la mañana imnundada de luz
hasta el final del día.
Entonces…apareciste tú.

Carol

domingo, 4 de abril de 2010

La cunita


Aquel baúl

La Cunita

El armario empotrado

La alacena

Un día me prometí que escribiría algo con las palabras arriba escritas.

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La cunita.

Después que se cumplió mi primer aniversario de boda yo seguía sin tener “noticias” de que pronto un ser pequeñito llegaría a casa a completar mi felicidad. Y ya empezaba a preocuparme por si no podía conseguir un sueño tan deseado. Lo curioso es que solo tenía veintidós años y un instinto maternal demasiado desarrollado que no me dejaba disfrutar de la libertad que tenía para todo ni para darme cuenta que un hijo cambia la vida y que tu vida pasa a ser de él por entero, ya no te pertenece. Aunque si mal no recuerdo a mí eso no me importaba nada y estaba deseando ver la cara de mi nene o nena, de tenerlo en mis brazos y no sentir nunca soledad.

Pasaron algunos meses y sin más un día vísperas de Reyes Magos me llegó el resultado del análisis…y era…,¡positivo! , me sentía la más feliz de la mujeres. Esta felicidad se empañó cuando empecé a tener amenaza de aborto y el médico me aconsejó reposo absoluto. Por fin me encontré mejor después del cuarto mes y pude empezar a dar paseos cortos, al principio, y después más largos pero siempre tranquilos.

Así que salía de casa y para llegar al centro de la ciudad, en diez minutos lo conseguía, atravesaba una vía llena de tiendas con los más diversos escaparates.

En uno de ellos había cunitas, moisés y todo lo que necesita un bebé al nacer para su canastilla. Enseguida elegí la cunita en la dormiría mi niño: era en madera con barrotes torneados y bastante grande de tamaño para que le sirviera hasta los dos años por lo menos.

Todos los días la miraba al pasar pero no podía comprarla porque me aconsejaron que no lo hiciera hasta que naciera el bebé y a mí no se me ocurrió reservarla para cuando llegara el momento, cosas de chavala.

Había cumplido el quinto mes cuando me llegaron noticias terribles de mi familia, me tuve que ausentar para estar con un familiar. Estuve casi tres meses fuera de casa, cuando volví estaba muy triste pero tenía que pensar en mi hijo que pronto nacería y no quería perderlo en un largo viaje en avanzado estado de gestación y ya había tentado demasiado a la suerte.
En el primer paseo que di pasé por la tienda de bebés y allí seguía la cunita. La había recordado alguna que otra vez, pero pensado que ya la habrían vendido.

Así un día tras otro y con el ajuar de cuna comprada yo me paraba a contemplar aquel nidito dónde dormiría mi niño como un angelito, calentito y cómodo.

El día que nació envié a mi marido a comprarla antes de que alguien se la llevara
aunque a mí me habría hecho mucha ilusión hacerlo no podía esperar más y ya el niño estaba en el mundo y con una salud excelente. En tres días dormiría en su cunita soñada.

Y así fue, cuando llegué a casa con mi niño en mis brazos allí estaba la preciosa cuna, ya montada, esperándolo.



Acunó a dos niños más. Y con bastante pesar por mi parte salió un día de casa para no volver, la di a una persona que no la necesitó al final pero tampoco me la devolvió sabiendo lo que yo quería a la cunita.

Años después me enteré que se pudrió en el sótano de una casa de pueblo sin que ningún otro niño durmiera en ella, habría sido un consuelo que si lo hubiera hecho. Al fin he conseguido recordarla sin pena, con ternura y cómo a un mueble que cumplió su misión.


Carol