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martes, 15 de septiembre de 2009

Deja una ventana abierta siempre que...


Sentada ante una mesa al lado del ventanal, me sumergí en mis pensamientos. Esta facilidad que tengo para evadirme de los lugares, de la realidad, de lo cotidiano, de todo lo que me aleje de mis sueños hizo que no le viera venir a través del puente, caminando despacio, saboreando la tarde, los últimos rayos de sol caían sobre su pelo, sus hombros, toda su figura, acariciando aquel cuerpo que ya nunca más sería mío. No lo vi venir, no lo oí llegar...

Cuando sentí de pronto aquel beso en la mejilla estuve a punto de romper en sollozos, me mordí los labios, intenté sonreír sin conseguirlo, todo quedó en una mueca desagradable y en la mala impresión que le causé.

Siempre se había sentado a mi lado en los restaurantes, cafeterías, siempre junto a mí. Esta vez se sentó en frente, me miró expectante, yo le miré sin saber por dónde empezar. Le trajeron un rioja, un crianza, le dio un pequeño sorbo y después de unos segundos dijo que no estaba mal. Volvió a mirarme. Me fije en su mano izquierda, se había quitado el anillo de casado, el mío seguía en mi dedo, de pronto comprendí todo y me sentí ridícula. Las palabras se negaban a salir de mi garganta; por fin le pedí disculpa por haberle hecho ir hasta allí, que en realidad no teníamos nada que hablar, que ya estaba todo dicho, y nunca más lo molestaría. El amor pasa y es inútil querer retener a la persona que no nos quiere ni queremos.

Nos despedimos después de cruzar el puente, sus ojos reflejaban una profunda tristeza y decepción que no supe entender. Allí él cogió el camino de la derecha y yo el de la izquierda.
No imaginé que iría pensando, yo pensé que haría todo lo posible por no volver a verlo.

Cuando llegué a casa recibí una llamada telefónica, contesto y me preguntan por él:

-¿El Sr...?
-No está, no...
-Por favor, ¿quiere darle un mensaje?
-Pues...
-Soy el Alberto el joyero.
-Hola Alberto...
-Hola Sra…su marido dejó en el taller su alianza para que se la agrandáramos, ¿puede decirle que ya está hecho el trabajo y pase a recogerla?
-Lo siento, pero ya no vive aquí, se marchó hace unos días.
-Qué extraño, ¿para qué quería entonces...? En fin, si me da su actual número de teléfono...
-Le doy el número de su móvil…


Carol