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miércoles, 10 de marzo de 2010

La alacena


La alacena era un mueble de ensueño desde que llegó a la cocina de la casa de mis padres. En la parte de arriba tenía dos puertas con tres departamentos, allí, en lo más alto guardaba mi madre las legumbres, el arroz la pasta, el azúcar, café, harina, té, etc. En la segunda balda ponía vasos, platos, fuentes para el uso diario, tenerlos así a mano. En la primera por más que lo pienso no puedo recordarlo aunque es posible que solo tuviera dos.

El centro se ensanchaba y servía para dejar algunas viandas recién hechas, el pan o alguna bebida mientras eran llevadas a la mesa, Tenía a cada lado unos cajones muy largos y estrechos con distintos departamentos para las especias: azafrán, canela, clavo, cominos, así hasta siete, en el último de la izquierda que estaba vacío yo iba dejando monedas que me iban sobrando del dinero que me daban para caramelos u otras chucherías, para comprarle a mi madre el regalo del Día de la madre y después una tarjeta de felicitación para el día de la onomástica de mis padres. No me daban nada para que yo les comprara el regalo por eso como quería tener un detalle con ellos, aunque aún era pequeña pues esto lo hacía a partir de los siete años, tenía que empezar a ahorrar desde muy pronto porque era muy poca la paga que tenía.

Aquel cajón era mi escondite, nadie sabía que allí yo guardaba el dinero que siempre tapaba con algún envoltorio de especias que mi madre nunca llegaba hasta allí porque normalmente encontraba antes lo que buscaba y además estaba protegido de ser la tentación de mi hermano pequeño que curioseaba en mis cosas como si fuera un detective. Yo tenía un detalle con él y es que siempre el regalo lo hacía en nombre de los dos aunque él no aportase nada pues aunque le llevase dos años y pico para mí era mi niño pequeño que ya aprendería a ahorrar…

Debajo dos cajones, uno para los cubiertos, otro para el pan.

Abajo tenía también dos puertas con tres departamentos y aquí las puertas tenían celosías, para refrescar los alimentos que allí se guardaban, ya sabes: “mantener en sitio seco y fresco”. La primera balda la reservaba mi madre para los dulces que hacía, bizcochos, tartas, leche frita, empanadas, magdalenas, roscos, pestiños, no todos a la vez claro, pero casi siempre teníamos algo de estas delicias para desayunar o merendar. Yo tenía la costumbre de abrir las dos puertas y quedarme ensimismada un instante mirando las fuentes pensando que elegir, entonces mi madre me decía que parecía que estaba confesándome porque así la alacena parecía un confesionario, aún lo recuerdo con cariño y aún sueño con la alacena y esta parte de ella, la abro en sueños y veo pastales y otros caprichos que no estuvieron nunca allí pero que yo seguramente he visto en algún escaparate de pastelería y se ha quedado gravado en mi subconsciente pues no he satisfecho ese deseo por eso de guardar la línea. Pero es curioso que no sueño con la nevera, más moderna en casa, sino con la alacena.

Más abajo estaban los embutidos, chorizos, morcillas andaluzas, salchichones etc. Este era de poca altura. En la parte inferior del todo, ollas, cacerolas…
Y debajo ya fuera del mueble en distintos recipientes guardaba mi madre las patatas, cebollas, ajos, hierbas para infusiones, como manzanilla, poleo, hierba luisa etc.

Pasó el tiempo y vinieron armarios más modernos de cocina, como los muebles Forlady y la alacena salió de casa para ir a casa de una vecina que la puso primero en su cocina y luego en su patio, dónde yo, cuando iba a su casa me la quedaba mirando con tristeza, porque nosotros teníamos patio y la alacena habría hecho allí un gran servicio, pero más que nada porque era un mueble coqueto al que yo le tenía mucho cariño y era fuerte resistiendo al paso de los años. Nunca dije nada porque "dónde hay patrón no manda marinero" y yo era muy pequeña para opinar sobre la decisión de mi madre de regalar la alacena. Sin embargo aún sueño con ella. No sé, tendré que comprarme una lo más parecida a aquella, aún estoy a tiempo, claro que aquellos cajoncitos con compartimentos…tal vez por encargo.
Quería compartir con vosotros esta vivencia de cuando era niña.


Carol

17 comentarios:

lanochedemedianoche dijo...

Me quede, y me quedaría toda la noche leyendo esta belleza que escribiste Carol, mi mamá también tenía una parecida luego esa se fue de casa, y ahora está la de la abuela que tiene muchos años, pero tu relato lo llevas fresco, como olvidar esos días de la niñez, jamás podremos disfrutar como cuando niños, comer los ricos postres y tortas que mamá nos preparaba, el tiempo se fue mi madre también, ahora tu me la recuerdas y es tan hermoso saber de tus añoranzas son tan parecidas a la mías, gracias amiga, esta noche al leerte me sentí reconfortada. Precioso y único este relato de tu vida.

Besos

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Qué belleza!...casi logré sentir el aroma de las especias , de las tartas y delos dulces!...qué delicia!
Conservar esos recuerdos de tu infancia con tanta nitidez habla a las claras de lo feliz que fuiste!

Gracias por compartir esas sensaciones.


un abrazo.

MARU dijo...

Creo que ese mueble, junto con la "fresquera" eran unos muebles presentes en todas las cocinas.

Las amas de casa, iban todo los dias a hacer la compra, para el dia, entre otras cosas porque no había medios para conservarlas.

Lo dulces de pasteleria era cosa de celebraciones o de domingos, y las tartas, bizcochos y magdalenas se hacían en casa

Los embutidos... Siempre había alguien que seguía viviendo en el pueblo...los abuelos, unos tios, y se traían de allí..
Si, Carol, creo que todas las casas olían parecido...

En las revistas de decoración,( todos los domingos me compro una, es como un ritual) aparecen muchos muebles que se han puesto ahora de moda, copiados de los de las casas de nuestras madres y abuelas...
El estilo Vintage...
Me ha encantado este post, intimista, de recuerdo, s que todos parece que compartimos....
Y parece que fue ayer....

Un besito, querida amiga.

sara dijo...

Gracias a tus palabras, me he imaginado laa alacena, allí, en la co´cina, los aromas de la comida, los vasos puestos..
Un precioso recuerdo, esos de los que nunca se borran y siempre permanecen en nuestra memoria

besos y abrazos de tu nina gallega

sara

casss dijo...

Qué linda palabra "alacena". La escribiste y ya sentí aromas sin que mencionaras cosas tan ricas como lo haces más abajo. Leche frita? roscos? pestiños?
Qué hermana protectora, vale la pena tener una hermana mayor así!!!
Muy lindo recuerdo que has compartido,tan tierno como la foto que ilustra el post.
Un fuerte abrazo (voy a buscar magdalenassssssssssss!!!!!)

Carol dijo...

María Rosario, tus palabras son muy hermosas y me han emocionado.

Me alegra compartir contigo esas añoranzas porque así no estamos solos con nuestras nostalgias, que ya no son tristezas sino el dulce recuerdo de un tiempo que no volverá pero que hemos vivido y por eso debemos dar gracias a Dios porque conocimos la felicidad de una infancia con amor.

Y estoy segura que nuestras madres allí donde estén querrán que disfrutemos de todo lo que tenemos ahora, sea mucho o poco, eso no importa.

Un abrazo muy fuerte y un beso.

Carol dijo...

Cierto Mónica, una infancia muy feliz, porque me querían mucho y eso fue el soporte que me ayudó a superar todos los avatares que nos da la vida cuando vamos creciendo y que los padres no nos pueden proteger de todos, tenemos que aprender con nuestras experiencias, errores, fracasos y también de los exitos pues con ello también se debe aprender a ser humildes.

Un fuerte abrazo.

Carol dijo...

Creo que sí Luna, todos compartimos de alguna forma esos recuerdos de la niñez de cuando nuestras madres nos hacían flanes, arroz con leche, torrijas y demás dulces que cada uno tenga en su memoria, pero es curioso como se nos queda gravado en subconsciente unas cosas más que otras de forma que soñamos aún con ellas.

Recuerdo más esta alacena que la nevera que enseguida llegó a casa, y que era dónde se guardaban lo alimentos que antes en la alacena se mantenían frescos sin embargo no me he visto nunca en sueños delante de ella observando los pasteles que los domingos se compraban en la pastelería, como bien dices.

Compartimos gusto por las revistas de decoración, Luna, como con tantas cosas.

Muchos besos Luna.

Carol dijo...

Sara, seguramente tú ya tienes recuerdos imborrables de la infancia que con el tiempo se harán más valiosos ya lo verás, que aún eres muy jovencita.

Un beso muy, muy grande para mi niña gallega.

Carol dijo...

Cas, gracias por lo de "hermana protectora", la verdad es que lo fuí y lo sigo siendo pues aunque somos mayorcitos al morir mis padres y mi hermano no tener familia me siento responsable de él y espero que siempre que me necesite poder ayudarle.

La alacena era blanca pero la cocina estaba pintada la parte superior de los muros y el techo en ese mismo color de la fotografía y los azulejos eran blancos con una cenefa en verde, la mesa en verde también, me recordó mucho nuestra cocina, además que aún sigue así, en esos colores aunque aquella mesa ya tampoco está.

Cas,¿ y las torrijas, las conoces?
Son deliciosas.

Un fuerte abrazo.

ALIX dijo...

Que bonitos recuerdos Carol ,
hoy he estado en tu city
y me acordado mucho de ti.
a sido un día tranquilo y bello
como Tu.
muchos Musus Potxola.

Nuria dijo...

A falta de los muebles y electrodomésticos modernos que podemos tener a nuestro alcance hoy en día, nuestras abuelas (y no hace tanto) tenían estos mucbles, en aperiencia sencillos, pero muy estudiados para su utilidad.

Tú la has descrito maravillosamente Carol, podríamos estar senatadas en cualquier cocina viendo perfectamente el mueble.

En la aldea donde vivió mi abuela, todavía hay casas que la conservan, como mero armario para guardar alimentos, pero han cumplido su misión.

Me ha gustado mucho esa sensación de vuelta a la infancia a través de un recuerdo aparentemente tan sencillo, ese escondite secreto,...precioso.

Un biquiño querida Carol

seriecito dijo...

Carol:

Gracias por recordarla, le has hecho el homenaje que merecen los modestos, son útiles pro no lo pregonan. Dan servicio pero sin ufanarse.

Me trae muy buenos recuerdos, tiempos de infancia, que casi siempre suelen ser épocas de sinceridad... luego ya se sabe la apariencia es lo que cuenta.

Ma alegro de haberlo leído.

Salu2:

Carol dijo...

Hola querida Alix, yo me he pasado el día en la cama porque ayer me sentó mal algo que comí y hoy he estado fatal. Ahora me encuentro mejor, me he puesto en el ordenador y me he encontrado tan gratas sorpresas.

Me alegra mucho que tú lo hayas pasado tan bien y muchas gracias por acordarte de mi y por lo de bella, qué más quisiera yo..., aunque si tranquila, eres un cielo.

Musuak potxola.

Carol dijo...

Noecrof, bienvenido a este lugar.

Te doy las gracias por la invitación y enseguida iré a conocer el Blog de tu madre.

Saludos afectuosos.

Carol dijo...

Gracias a ti Nuria, por tus palabras.

No sé por qué algunos muebles se nos hacen inolvidables, pienso que tal vez sea por esas vivencias que van unidas a ellos, no solo porque son bonitos. Yo le tenía gran apego a mi mesilla de noche, me casé y me marché de mi ciudad, cuando volví un año después mi madre había cambiado los muebles, el armario lo llevó al sótano, compró otro, la cama la regaló (era con la cabezera y los pies niquelados) puso literas y la mesilla también la regaló. A mi por poco me da un síncope cuando entro en mi habitación y no había ningún mueble que me la recordara, todo era distinto, el caso es que mis muebles no eran viejos, estaban en perfectas condiciones.

Hace tiempo que busco una mesilla como la mía, por gusto, pero no la encuentro. En realidad no eran mios los muebles sino de mis padres y podían hacer con ellos lo que quisieran pero no lo regalaron por eso sino porque no sabían el cariño que yo le tenía a la mesilla que era un mueble muy bonito, de saberlo me la habrían guardado.

Estas cosas se superan facilmente, aunque hay una que aún me duele un poquito..., la contaré otro día.

Muchos biquiños Nuria.

Carol dijo...

Tienes mucha razón Seriecito, aquellos muebles eran muy útiles además de decorativos, nos traen recuerdos de la niñez esa etapa de la vida tan llena de buenos deseos, esperanzas en todo, ilusiones y claro que de sinceridad
que no hemos perdido, no al menos del todo, porque en el fondo somos mucho de aquellos niños que fuimos.

Las apariencias engañan, para bien o para mal, es cierto, no podemos dejarnos llevar por ellas y por eso siempre te digo que "lo esencial es invisible a los ojos."

Gracias a ti por leerme y por comentarlo.

Saludos afectuosos.