
Tal vez me crucé contigo un verano,
mientras paseábamos por la arena llena de nácares, caracolas,
cristales de colores gastados por el incansable vaivén de las olas,
en la playa de mis sueños
y dijiste al volver la cabeza:
¡Precioso bikini azul turquesa!
Hasta es posible que años antes en la misma playa me sonrieras,
cuando jugando en la orilla con mi cubito y pala
me acariciaste levemente el pelo mojado de niña pequeña,
el sol implacable quemaba mi cara,
del fuerte levante una ola traicionera
me pasó por encima borrando de un manotazo
castillos de arena, mis sueños de sirena.
Si la memoria no me falla …pudiste ser tú aquel chaval
que me ayudó a bajar del tiovivo en la feria de mi barrio,
el mismo que me dijo: ¡Niña guapa!, no corras tanto
te vas a caer y puedes hacerte daño.
Y…¡ Ahora caigo! Fuiste tú el que en la Cabalgata de Reyes
cuando yo tenía siete años
se agachó a coger un caramelo
con una carantoña lo pusiste en mi mano.
¿Por qué no puedes ser tú el muchacho amable
que me sacó a bailar aquella tarde?
Sonaba una canción lenta…muy triste.
“Cállate niña, no llores más…”
Yo tenía diecisiete años y tú…
Siempre presente estuviste,
hasta que te fuiste lejos de nuestra tierra
ya no te tuve cerca en los momentos felices
ni en los de penas.
Yo, sin saberlo, nunca me acostumbré a tu ausencia,
me faltaste en muchos momentos de mi existencia.
Pero ajena a este dolor subconsciente me fui haciendo mayor
sin esperar a que tú volvieras
encontré un día el amor.
Y hoy de repente al recordar mi vida
te he visto compartiendo escenarios conmigo,
algo maravilloso que seguro promovió
una mano mágica sin explicación lógica posible,
el caso es que hoy viendo tu cara seguro tengo que tú fuiste
el ángel bueno que en mi vida siempre existió.
Carol