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domingo, 4 de abril de 2010

La cunita


Aquel baúl

La Cunita

El armario empotrado

La alacena

Un día me prometí que escribiría algo con las palabras arriba escritas.

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La cunita.

Después que se cumplió mi primer aniversario de boda yo seguía sin tener “noticias” de que pronto un ser pequeñito llegaría a casa a completar mi felicidad. Y ya empezaba a preocuparme por si no podía conseguir un sueño tan deseado. Lo curioso es que solo tenía veintidós años y un instinto maternal demasiado desarrollado que no me dejaba disfrutar de la libertad que tenía para todo ni para darme cuenta que un hijo cambia la vida y que tu vida pasa a ser de él por entero, ya no te pertenece. Aunque si mal no recuerdo a mí eso no me importaba nada y estaba deseando ver la cara de mi nene o nena, de tenerlo en mis brazos y no sentir nunca soledad.

Pasaron algunos meses y sin más un día vísperas de Reyes Magos me llegó el resultado del análisis…y era…,¡positivo! , me sentía la más feliz de la mujeres. Esta felicidad se empañó cuando empecé a tener amenaza de aborto y el médico me aconsejó reposo absoluto. Por fin me encontré mejor después del cuarto mes y pude empezar a dar paseos cortos, al principio, y después más largos pero siempre tranquilos.

Así que salía de casa y para llegar al centro de la ciudad, en diez minutos lo conseguía, atravesaba una vía llena de tiendas con los más diversos escaparates.

En uno de ellos había cunitas, moisés y todo lo que necesita un bebé al nacer para su canastilla. Enseguida elegí la cunita en la dormiría mi niño: era en madera con barrotes torneados y bastante grande de tamaño para que le sirviera hasta los dos años por lo menos.

Todos los días la miraba al pasar pero no podía comprarla porque me aconsejaron que no lo hiciera hasta que naciera el bebé y a mí no se me ocurrió reservarla para cuando llegara el momento, cosas de chavala.

Había cumplido el quinto mes cuando me llegaron noticias terribles de mi familia, me tuve que ausentar para estar con un familiar. Estuve casi tres meses fuera de casa, cuando volví estaba muy triste pero tenía que pensar en mi hijo que pronto nacería y no quería perderlo en un largo viaje en avanzado estado de gestación y ya había tentado demasiado a la suerte.
En el primer paseo que di pasé por la tienda de bebés y allí seguía la cunita. La había recordado alguna que otra vez, pero pensado que ya la habrían vendido.

Así un día tras otro y con el ajuar de cuna comprada yo me paraba a contemplar aquel nidito dónde dormiría mi niño como un angelito, calentito y cómodo.

El día que nació envié a mi marido a comprarla antes de que alguien se la llevara
aunque a mí me habría hecho mucha ilusión hacerlo no podía esperar más y ya el niño estaba en el mundo y con una salud excelente. En tres días dormiría en su cunita soñada.

Y así fue, cuando llegué a casa con mi niño en mis brazos allí estaba la preciosa cuna, ya montada, esperándolo.



Acunó a dos niños más. Y con bastante pesar por mi parte salió un día de casa para no volver, la di a una persona que no la necesitó al final pero tampoco me la devolvió sabiendo lo que yo quería a la cunita.

Años después me enteré que se pudrió en el sótano de una casa de pueblo sin que ningún otro niño durmiera en ella, habría sido un consuelo que si lo hubiera hecho. Al fin he conseguido recordarla sin pena, con ternura y cómo a un mueble que cumplió su misión.


Carol

14 comentarios:

casss dijo...

....por un momento temí que la hubiesen vendido y no la hubiera podido disfrutar tu niño. Por suerte no fue así, y hubo dos más para acunar allí. Lástima su destino final, que por descuido de alguien que no apreció lo importante de esos recuerdos atesorados entre eso barrotes, pero bueno... lo importante lo guardamos en la memoria y en nuestro corazón.
La cuna de mis hijos también sirvió para otros niños y actualmente duerme en un desván a la espera de los nietos...quien te dice, no tenga trabajo de nuevo!!! jajaja
Besitos.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Recuerdo aún la sensación de despojo que sentí cuando saqué de mi cuarto el moisés que sirvió de nidito a mis hijas en sus primeros meses. Cuando ya estaban crecidas las pasamos a sus camitas en su dormitorio y para no prolongar mi angustia (estaba muy apegada a la idea de tenerlas cerquita, al lado de mi cama) decidí regalar enseguida el moisés tratando de no pensar en eso. No recuerdo ya a quien se lo dí, pero sí sé que siguieron acunándose allí varios bebés...como debía ser!


Las madres somos así de sensibleras! jajajaja


un abrazo.

sara dijo...

Que precioso texto Carol!!!

La cunita, esa que acuna con cariño y que duerme a los niños, esa cunita la tendremos siempre en nuestra memoria.

Me encantó como lo redactaste, gracias por pasarte siempre por mi rincón

besos y abrazos de tu niña gallega

sara

MARU dijo...

Yo me he arrepentido de dar mucha ropita y cosas de mis dos hijos...
No usaron lo mismo porque uno nació en verano y otro en invierno, pero ahora me dá penar no tener muchas cosas de ellos.
el Las tengo, pero de cuando eran más mayores.

creo que a todas las que hemos tenido bebés, nos has regresado al pasado, con una sonrisa...
De amor y felicidad.
Gracias, querida Carol...

lanochedemedianoche dijo...

Creo que nos paso a todas, nosotras queremos que otro bebe pueda ser feliz, estar cómodo y que no pace frio, y vamos dejando las cositas de nuestros niños para otros que en ese momento las necesitan, creo que es una buena manera de dar amor, lástima que tu amiga se olvido de pasarla a otra que también la necesitaba, pero no entristezca por ello tu insistes el bien es lo que vale, tienes un gran corazón amiga.

Besos

Carol dijo...

Sí Cas, fué una suerte que me esperara tantos meses allí en la tienda, era única en su estilo y más cara que las demás, tuve tiempo de ahorrar para comprarla pero cualquiera otra mamá podía haberlo hecho por eso creo que tuve suerte.Me encantaría tenerla para mis nietos.

Espero que tu cunita tenga pronto a quién acunar con ternura.

Veo que compates esos sentimientos maternales que tenemos y por eso me consuela y no lamento haberlos expresado.

Un beso grande.

Carol dijo...

Comparto esa sansación Mónica, yo también la sentí, es un sentimiento muy fuerte, me alegra que en tu caso esos niditos sirvieran para dar calor a otros pequeñines, es un consuelo el ver recompensada tanta generosidad.

Un fuerte abrazo.

Carol dijo...

Gracias pequeña Sara, esa cunita ya está entre los recuerdos más gratos y hasta no hace mucho la recordé con mucho pesar por su triste final, pero es hora de ver la parte positiva que es la más importante.

Un beso enorme para mi niña gallega.

Carol dijo...

Es cierto Luna hay cosas que nos dan pena haber dado porque significaban mucho para nosotras y no por el valor material, sino por todos los recuerdos que conllevaban y porque hoy nuestros hijos tendrían derecho a tener y en esto no pensamos, no se puede guardar todo pero algunas cosas sí.

Y si supieron apreciar lo que regalaste ya es muy importante porque muchas veces se piensan que no lo queremos o nos lo queremos quitar de encima y no es así, estamos dando algo de nosotros con esa prenda o con ese mueble y nos gustaría que lo percibiera el que lo recibe.

Muchos besos Lunita.

Carol dijo...

Tienes mucha razón María Rosario, en que está muy bien en dar a otra persona algo que a nosotros ya nos hizo servicio y no vamos a volver a usar, lo triste que le ocurrió a mi cunita es que la persona ya sabía que no iba a tener más niños y sin embargo se la llevó no sirvió para nada mi gesto, el desprenderme de ese objeto que tanto significaba para mi, eso sumado al tratamiento que le dio me hace pensar que le faltó sensibilidad y habría sido más honesto no haberla aceptado.

Pero miraré solo la parte positiva, acunó a tres niños y fue generosamente dada, yo hice lo que se debe hacer. Allá cada uno con su conciencia.

Un fuerte abrazo.

tag dijo...

Pues yo no compré cuna.
Me la prestaron. Con el primero,usé la de mi sobrina, pero enseguida se quedó nuevamente embarazada mi cuñada y la tuve que devolver a los 10 meses.
Y con el segundo me la prestó una amiga.(y sí que la devolví)
Me parece fatal que no te devolvieran la cuna de tu hijo y más no habiendola necesitado.

Ahora, que son mayores y no necesito cuna, he heredado una cuna ¿te lo puedes creer?
Parece de chiste, pero ahi está,desmontada, en el trastero, esperando que algun nietecito venga para hacerme una abuela muy feliz.

Besos

Carol dijo...

¡Qué sorpresa Tere!¡Estás guapísima!

Y llegará el día en que esa cunita tenga a quién acunar dulces sueños, así te lo deseo.

Tú cumpliste Tere, como hay que hacer y veo que mi pena, ya pasada, es comprendida por mujeres sensibles y de verdad te digo que me siento más reconfortada y no me duele ya.

Un beso muy fuerte y gracias por contarme tu historia.

Mar dijo...

Hola Carol. Cuanta razón llevas en tu relato al decir que un hijo te cambia la vida. El cariño que uno le coge a las cosas que han sido de los bebés; tanto, que luego cuesta desprederse de ellas. Quizá las veamos como una "prolongación" del bebé. En fin, me resulta difícil explicarlo.

Pasaré a leerte siempre que pueda.
Felicidades por tu blog.

Saludos cordiales

Carol dijo...

Hola Mar, acabo de descubrir tu comentario, disculpa que no te haya contestado antes.

Estoy de acuerdo contigo, es como si quisiéramos de algún modo retener los años de infancia que se pasan tan rápido. Les vemos crecer y marcharse, que es lo que todos los padres queremos, que se valgan por sí mismos, pero cuando llega la hora… vamos viendo cómo se van superando etapas y nos entra la nostalgia.

Vuelve siempre que quieras, o puedas, estás en tu casa, me alegra mucho tu amable visita.

Saludos afectuosos.