No necesito ningún poema para decirte...

Llegaste a mi vida un día en el que la tristeza me había invadido.
Fuiste como una luz alumbrando el camino y este ser se olvidó
de la soledad y del amargo vacío que la hacía su prisionera.
Vi otros mundos de tu mano, los sueños se poblaron de caricias,
besos y sobre todo de esa maravillosa sensación de sentirse querida, apreciada.

No sé cómo, debió ser ese destino del que no podemos escapar,
con su mano negra me tiró de aquella nube a un pozo negro y profundo.
Luché por salir de él pero las fuerzas casi no me llegaban para tan largo camino.
Ni siquiera te asomaste a pretil a ofrecerme ayuda, suponías que soy tan fuerte
cómo tú y que ya me las arreglaría.

Allí, hundida, aterida de ese frío que ocasiona la indiferencia pensaba
en que todo fue una ilusión de mi mente imaginativa que no existió nunca
nada entre nosotros porque amar se te hace muy cuesta arriba y es mejor
no tener atrapado el corazón por nadie.

Todos los días que te dediqué no me parecen una pérdida de tiempo.
De todo se aprende y yo he aprendido en esta vuelta hacía la luz
que primero tenemos que querernos y respetarnos a nosotros mismos
para pedir a los demás que así nos traten.

Cuando consiga salir de aquí, quedará solo lo bueno que hubo entre los dos, lo prometo.
Dejaré en el camino los pensamientos negativos y miraré hacia adelante, sin rencor,
con la alegría de saber que yo te di todo lo que tenía, el que da todo lo que tiene
y no se queda nada para sí, según dicen, tiene ganado el Cielo.


Dedicado a los amores que fueron.

Carol