Dèjá vu
La peluquera ha atendido a un montón de clientas desde que llegué a la una de la tarde cita que tenía concertada desde hacía tiempo en aquel salón de belleza que me habían aconsejado.
A las 2hs., me lavó la cabeza me colocó unos rulos muy grandes, me metió en el secador y se olvidó de mi por muchos minutos, casi a las tres volvió me desarmó un rulo y vio que el pelo seguía húmedo, volvió a enrollarlo y me siguió dando calor a través de aquel aparato.
Yo había convenido con ella al concertar la cita que tenía que hacerme un semirecogido-la señoras me entenderán-maquillaje y manicura.
Tenía una boda a las seis de la tarde y yo era la madrina de la ceremonia, tenía que llevar al altar al novio, en un pueblo que distaba unos kilómetros…y para el trayecto necesitaba unos cuarenta minutos al menos.
Se acerca y me quita el secador y me sienta en un sillón frente al gran espejo que dominaba el salón, sigue con la última clienta que queda-señora que había entrado después que yo-, algo así… como dos horas más tarde que yo. Se toma su tiempo para cobrarle, despedirla…
Son las cuatro de la tarde y empieza a maquillarme, yo cada vez estaba más sorprendida de su forma de hacerlo pero no tengo mucha experiencia en esto y la dejo hacer. Emplea treinta minutos. En este punto me levanto del sillón y le digo que tengo que marcharme porque tengo que ir a casa a vestirme-ducharme lo hice antes de salir-y porque prácticamente ya no me queda tiempo, menos de una hora para ponerme en carretera. Le digo que no comprendo cómo llevo allí tres horas y media y aún estoy sin peinar. Se pone nerviosa pero soy yo la que coge un cepillo y sin más me lo paso por el pelo sin recogidos de ninguna clase, y ella a toda prisa me pinta las uñas sin manicura ni nada por el estilo, después de que le pago el “trabajo”…, porque si lo hace antes no tengo tiempo ni para que se me seque el esmalte.
Bajo a la calle, en la puerta del bar de enfrente cercano a un cine, me espera mi pareja y me dice que ya es tardísimo, y me pregunta qué clase de peinado me han hecho que no se me ve por ningún lado.
Mientras vamos a casa intento contarle lo sucedido y se queda perplejo.
Llego a casa y a todo correr me visto, me pongo algunas joyas que no atino a abrochar de los nervios, menos mal que tenía todo preparado encima de la cama, el bolso, los guantes, el abanico…toda la parafernalia…y me coloco una pamela en la cabeza, los rizos que asomaban por debajo disimularon el desastre.
Salgo a la calle a las 5horas y 20 minutos, el novio me espera en la limusina que nos llevará y que después servirá para los recién casados. También nos espera una pareja amiga para ir juntos, ellos en su coche. Nos ponemos todos en camino, al principio despacio. Veo que no llegamos a tiempo, o sea antes de las seis de la tarde, le digo al chófer que corra un poco pero los lazos y flores que adornan las puertas del coche se mueven demasiado y temo que las vamos a perder por el camino. Voy muy preocupada porque cualquier percance impediría que llegáramos a tiempo.
Son las 5 horas y cuarenta minutos cuando me viene a la memoria que unos meses antes había tenido un sueño:
“Estaba en una calle frente a un bar e iba a entrar al cine de al lado a ver una película cuando la pareja amiga se nos acerca y me dice que qué hago que no estoy arreglándome para la boda. Miro el reloj y son las seis menos veinte de la tarde…Corro a casa pero allí no encuentro mis útiles de maquillaje, ni mi vestido-entonces aún no lo había comprado- y hecha un desastre me encamino hacia la iglesia, dónde no llego nunca porque antes me despierto, sudando, con el corazón que se me sale del cuerpo y…”
Suenan las seis en el reloj de la plaza del pueblo cuando nos bajamos de la limusina junto a la Iglesia, entramos en ella y esperamos a la novia.
Carol
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